Reflexiones sobre el erudito y el pensador (1912)
Y son tan
atractivas que me parece importante repensarlas más cien años después de haber sido redactadas:
El erudito,
decía el texto, es el hombre tonel que acumula la materia prima; mientras que
el pensador es el alambique que destila lo que se encuentra en el tonel para
convertirlo en sustancias nuevas.
En efecto, el erudito acumula conocimientos, reúne todo lo que encuentra sobre su tema y goza descubriendo fuentes y agrupando información de la más alta calidad tanto en su memoria como en sus archivos. Por regla general, el erudito es un especialista que se concentra en un tema determinado. Llega a conocer hasta los más mínimos detalles, las circunstancias más recónditas vinculadas a su objeto de estudio. En el fondo, el erudito es un coleccionista que se apasiona reuniendo conceptos, testimonios, reflexiones que pertenezcan al marco especializado de su interés. Aquellos que somos aficionados a coleccionar, ya sea libros, cuadros, monedas, estampillas, etc., sabemos del placer extraordinario que se siente cuando uno encuentra un objeto raro, especial, para integrarlo a su colección. El bibliófilo se emociona cuando, de casualidad, tropieza con un ejemplar extraordinario en una librería de libros viejos. Podríamos decir que el erudito, en tanto que es coleccionista, es una suerte de cazador que por diversos caminos va siempre en busca de sus presas. Y una vez que las ha conseguido se complace en lo que sabe, se emociona cuando entra a su biblioteca y mira todos esos libros antiguos que aún no ha leído y que quizá nunca leerá pero que le da gusto tenerlos. El erudito almacena información, la verifica, la compara, quiere tener el conocimiento más preciso y más completo del tema en el cual se ha especializado.
El pensador no pretende reunir todo el conocimiento posible -aunque ciertamente le ayudaría mucho-, sino que trabaja con el conocimiento que ya tiene, lo procesa, lo convierte en un nuevo pensamiento, da un giro a las cosas, quiere crear más que guardar, quiere inventar aunque para ello requiera la base del conocimiento que le proporciona el erudito. Mientras el erudito tiene una función fundamentalmente de conservación (y de análisis riguroso del dato para estar seguro de que el conocimiento que almacena es válido), el pensador quiere crear, quiere darle una nueva mirada a las cosas, quiere proponer nuevas explicaciones y encontrar nuevos usos para esa información acumulada por el erudito.
Lo mejor, sin duda —según el autor—, es la
combinación renacentista de erudito y pensador. Esta mezcla transforma ambas
perspectivas en forma muy positiva. El erudito conserva su deseo de reunir
conocimiento, pero no se queda con él. Y al manejar esa información con la
amplitud y atrevimiento que aporta el pensador, se ve obligado a abrir su campo
y mirar en torno suyo, fuera de los límites de su especialidad. Así la
especialización deja de ser un conocimiento exhaustivo de algo y una ignorancia
absoluta de todo el resto, para convertirse en un conocimiento de todo, pero
orientado a una determinada perspectiva.
Escuchando Comfortably Numb de Pink Floyd, realmente me siento cómodamente adormecido, pues hay varias cosas en la vida que no tienen sentido, la vida misma no la tiene, pero por eso mismo es que me gusta tanto el vivir, el renacer al despertar, el suspirar al contener el aliento y los nervios a lo desconocido; no cabe duda de que los sentimientos tienen objetividad y, además, pueden ser expresados objetivamente, ahora sí, por fin, de eso estoy seguro.
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