viernes, 3 de abril de 2020

Respiradores artificiales y mascarillas en tiempos de Covid-19 (Coronavirus)


El mercado como mecanismo (automatismo que permite determinar costos y precios) u ‘orden espontáneo’ (Hayek), funciona por sí mismo y no es gobernado por nadie. No tiene costos de gestión, resulta flexible y sensible a los cambios, sirve de complemento de la libertad de elección y simplifica la información. En abstracto, el mercado es cruel, pues supone el éxito del más capaz, es decir obliga a los individuos a su máximo esfuerzo. Es una despiadada máquina de maximización de la utilidad colectiva.

En contradicción, Marx estableció el principio del valor-trabajo: el valor de un bien es el trabajo congelado en ese bien. Veamos, un zapatero emplea varios días para elaborar un zapato, y otro zapatero obtiene el mismo zapato en pocas horas. En el mercado, el primero se arruinaría. Para Marx sería necesario establecer una media, de modo que se pagaría el zapato al precio de, pongamos, una jornada de trabajo. Las consecuencias serían una protección del costo del trabajo del individuo, en cambio, el mercado sacrificaría dicho costo por el interés colectivo -eficiencia-(Sartori).

En tiempos de crisis por el Covid-19 (Coronavirus), la producción de respiradores artificiales y mascarillas es una carrera sin cuartel, ante la demanda global de todos los países. No existe ni existirá un estado universal o entidad supranacional global que establezca una media de precios o valor-trabajo, como lo soñaría Marx. Por ello, resulta fácil observar los siguientes ejemplos:

La guerra de mascarillas enfrenta a Europa y EEUU” (El País, 02/04/2020, 11:24)



Coronavirus: la carrera contrarreloj para comprar respiradores e insumos” (La Nación –Reuters–, 28/03/2020 12:08)


Resulta evidente que la industria sanitaria está desbordada, convirtiendo en escasos sus productos, dando lugar a una guerra entre países para hacerse de la poca oferta que existe en el mercado. La otra ruta será de los países que cuentan con industria propia que ejecutarán medidas como la intervención directa en sus fábricas o la prohibición de exportación. Lo cual demuestra la difícil posición en la cual se encuentra el Perú.





Perú tiene el menor número de respiradores artificiales en la región (menos de 500 aproximadamente), del mismo modo en número de UCI y de producción de mascarillas. Lo cual evidencia que, si bien tenemos ahorros del tesoro público, no tenemos infraestructura sanitaria para afrontar las necesidades que la crisis requiere.

Por ello, el Estado solo reparte bonos, subsidios y canastas, trata de acomodar sobre la marcha lo poco que existe disponible para el servicio de la sanidad pública, recibe donativos, confina a los ciudadanos en sus viviendas y dispone a las fuerzas armadas y policía para ‘cuidarnos’.

Entonces, quedamos nosotros (la ciudadanía des-organizada) para hacerle frente a lo que representa esta desgracia, la autoprotección de los no contagiados. La iniciativa de pymes (emporio de gamarra, textiles, etc.), laboratorios y universidades para la producción de insumos caseros. La reactivación y reacomodación de la producción esencial para no desaparecer los pocos empleos.

Sin ánimo de mal augurio, la situación está por convertirse en catastrófica, lo peor está por llegar (no llegamos aun al tope de la curva, por más ‘martillazos’ que le metamos).

jueves, 2 de abril de 2020

La democracia y el islam

En la antigüedad, la relación entre cristianismo y el islam no ha sido pacífica, ambas religiones fuertes (monoteístas, totalitaristas –sumisión del creyente-, intolerantes –prohibición de apostasía y herejía- e invasivas –convertir a los infieles-), constituidas en sociedades teocráticas fundadas en la voluntad de Dios y en la obediencia a Dios.

La lucha entre ambas religiones ha sido de cientos de años, hasta el S. XVII que el cristianismo se fue disolviendo y secularizando gradualmente (a consecuencia de sus guerras internas de religión –católicos y protestantes-), mientras que el islam seguía siendo una sociedad teocrática (solamente tuvo peleas pequeñas entre wahabíes, suníes y chiíes).

En cuanto al Derecho, el cristianismo si bien se superpuso a la civilización romana, no pudo apoderarse de su derecho, por ello el Derecho Canónico es un derecho interno de la iglesia, mientras que la sociedad occidental se rige por el Derecho Común (autónomo de origen romano). Por el contrario, el Derecho Islámico no es y nunca ha sido autónomo.

Es más, el cristianismo ha dejado de ser una religión armada en comparación con el islam, que aún es una religión belicista (una fe que invade y conquista por la fuerza). En el mundo cristiano el Antiguo Testamento fue suavizado por el Nuevo Testamento, mientras el Corán continúa anclado en el Antiguo Testamento y sin evangelios. Ahora, el occidente es laico y el islam religioso.

Así, según Toynbee, sin intención, los invasores fuimos nosotros. “La civilización occidental ha asediado literalmente a las demás civilizaciones y las ha colocado ante un desafío de enormes proporciones que posee la capacidad de agredir el código genético de las culturas ajenas”.

Siendo ello así, involuntariamente, los invasores fuimos nosotros, pero la fuerza de expansión de nuestra tecnología e instrumentos de comunicación es irresistible. La chispa que enciende la pradera es nuestra, pero solo prende porque el islam aun es un sistema teocrático, es una civilización cansada sin capacidad para adaptarse, por ende, actúa con intransigencia.

La respuesta de occidente es contraproducente e ingenua, recaída en la idea de que tenemos que encargarnos de la misión civilizadora de instalar la democracia en tierras islámicas. Mientras nosotros nos convencemos de la misión de liberar al islam, el musulmán percibe esa liberación como una agresión–destrucción cultural.

Lo anterior, aún en tiempos de Covid-19 (Coronavirus), cae en una suerte de intermedio o pausa, dado que dicha enfermedad no conoce religiones o rincones del mundo, y por ende la respuesta debe ser universal (unidad de los pueblos para no propagar y frenarla), sacrificada (medidas de restricción de la libertad -personal y económica-) y solidaria (comunión de los pueblos para no dejar caer a los más necesitados).

TOYNBEE, Arnold Joseph. Storia comparata delle civiltá (1934-1954). Roma, New Compton, 1974.
SARTORI, Giovanni. La democracia en treinta lecciones. México, Edit. Taurus, 2009.