En
la antigüedad, la relación entre cristianismo
y el islam no ha sido pacífica,
ambas religiones fuertes (monoteístas, totalitaristas –sumisión del creyente-, intolerantes
–prohibición de apostasía y herejía- e invasivas –convertir a los infieles-),
constituidas en sociedades teocráticas fundadas en la voluntad de Dios y en la
obediencia a Dios.
La
lucha entre ambas religiones ha sido de cientos de años, hasta el S. XVII que
el cristianismo se fue disolviendo y secularizando gradualmente (a consecuencia
de sus guerras internas de religión –católicos y protestantes-), mientras que
el islam seguía siendo una sociedad teocrática (solamente tuvo peleas pequeñas
entre wahabíes, suníes y chiíes).
En
cuanto al Derecho, el cristianismo si bien se superpuso a la civilización
romana, no pudo apoderarse de su derecho, por ello el Derecho Canónico es un
derecho interno de la iglesia, mientras que la sociedad occidental se rige por
el Derecho Común (autónomo de origen romano). Por el contrario, el Derecho Islámico
no es y nunca ha sido autónomo.
Es
más, el cristianismo ha dejado de ser una religión armada en comparación con el
islam, que aún es una religión belicista (una fe que invade y conquista por la
fuerza). En el mundo cristiano el Antiguo Testamento fue suavizado por el Nuevo
Testamento, mientras el Corán continúa anclado en el Antiguo Testamento y sin
evangelios. Ahora, el occidente es laico y el islam religioso.
Así,
según Toynbee, sin intención, los invasores fuimos nosotros. “La civilización occidental ha asediado
literalmente a las demás civilizaciones y las ha colocado ante un desafío de
enormes proporciones que posee la capacidad de agredir el código genético de
las culturas ajenas”.
Siendo
ello así, involuntariamente, los invasores fuimos nosotros, pero la fuerza de
expansión de nuestra tecnología e instrumentos de comunicación es irresistible.
La chispa que enciende la pradera es nuestra, pero solo prende porque el islam
aun es un sistema teocrático, es una civilización cansada sin capacidad para adaptarse,
por ende, actúa con intransigencia.
La
respuesta de occidente es contraproducente e ingenua, recaída en la idea de que
tenemos que encargarnos de la misión civilizadora de instalar la democracia en tierras
islámicas. Mientras nosotros nos convencemos de la misión de liberar al islam,
el musulmán percibe esa liberación como una agresión–destrucción cultural.
Lo anterior, aún en tiempos de Covid-19 (Coronavirus), cae en una suerte de intermedio o pausa, dado que dicha enfermedad no conoce religiones o rincones del mundo, y por ende la respuesta debe ser universal (unidad de los pueblos para no propagar y frenarla), sacrificada (medidas de restricción de la libertad -personal y económica-) y solidaria (comunión de los pueblos para no dejar caer a los más necesitados).
Lo anterior, aún en tiempos de Covid-19 (Coronavirus), cae en una suerte de intermedio o pausa, dado que dicha enfermedad no conoce religiones o rincones del mundo, y por ende la respuesta debe ser universal (unidad de los pueblos para no propagar y frenarla), sacrificada (medidas de restricción de la libertad -personal y económica-) y solidaria (comunión de los pueblos para no dejar caer a los más necesitados).
TOYNBEE,
Arnold Joseph. Storia comparata delle
civiltá (1934-1954). Roma, New Compton, 1974.
SARTORI,
Giovanni. La democracia en treinta
lecciones. México, Edit. Taurus, 2009.
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