jueves, 23 de noviembre de 2017

Naturaleza (cuasi) inmaterial: la rana y el escorpión

Un escorpión y una rana están sentados a la orilla de un río, y ambos tienen que pasar al otro lado.

—¡Hola, señora rana! —llama el escorpión por entre los juncos—. ¿Sería usted tan amable de pasarme encima de su lomo al otro lado del agua? Tengo algo importante que hacer en la otra orilla. Y con esta corriente tan fuerte no puedo nadar.

La rana de inmediato sospecha.

—Bueno, señor escorpión —contesta—, me parece muy bien que tenga usted cosas importantes que hacer en la otra orilla del río. Pero piense un momento en lo que me está pidiendo. Usted es un escorpión. Tiene un aguijón muy largo al final de la cola. En cuanto me lo suba a usted al lomo, su naturaleza, inevitablemente, será picarme.

El escorpión, que ya había pensado en las objeciones de la rana, le contesta:

—Mi querida señora rana, sus reservas son perfectamente razonables. Pero está claro que no tengo interés alguno en picarle. Necesito ir al otro lado del río, de verdad. Y le doy mi palabra de que no le pasará nada malo.

De mala gana, la rana acepta que lo que dice el escorpión parece cierto. Así que permite al rápido artrópodo que se le suba al lomo. Y allá van los dos, al agua.

Al principio todo va bien. Todo sale según el plan que habían acordado. Pero a mitad de camino, la rana repentinamente nota un agudo dolor en el lomo... y ve, por el rabillo del ojo, que el escorpión retira el aguijón de su pellejo. Un sopor mortal empieza a agarrotar sus miembros.

—¡Idiota! —croa la rana—. ¡Ha dicho que tenía que ir a la otra orilla a ocuparse de un asunto¡ !Ahora vamos a morir los dos!

El escorpión hace un gesto desdeñoso y bailotea encima del lomo de la rana que se ahoga.

—Señora rana —replica, con indiferencia—, usted misma lo ha dicho. Soy un escorpión. Está en mi naturaleza picarle.

Y diciendo esto el escorpión como la rana desaparecen bajo las aguas turbias y fangosas de las rápidas corrientes del río.

Y no se ha vuelto a ver a ninguno de los dos.

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